sábado, 31 de enero de 2009

Manuela la Mujer XII

Por: Víctor J. Rodríguez Calderón

Manuela recibe la infausta noticia de la muerte de su padre, Don Simón Sáenz, quien en un extremo de audacia cayó herido de muerte ante el fuego patriota, no se extiende la historia en este suceso, pero para Manuela fue apresurada esa partida y eso le causó en su espíritu de hija un profundo dolor. Se trataba del autor de su vida y aunque el señor Sáenz se distinguía como preconizador de la anti revolución, en ese momento la sangre no tenían ideales y su corazón patriota debilitaba sus energías ante aquella desgracia.
Manuela decide partir hacia el Callao, pero su llegada no es bien vista por los revolucionarios. El General Jacinto Lara, le reprocha al propio Bolívar, diciéndole estas palabras: “Mi General, estamos para salir a combatir a los godos y está usted cargando con mujeres. La Sra. Sáenz ha llegado ayer procedente de Quito, en unión del doctor Bernardo Monteagudo”.
Bolívar mira fijamente al General Jacinto con tono de disgusto y le responde:
-Mi General ella es más que una señora, es una mujer, una guerrera de nuestra causa, observo cuanto desconoce usted mi General las victorias que le debemos a esa señora, que solo viene a auxiliarnos.
¿Qué le espera a Manuela en Lima? Más gloria, porque forma parte en primera línea, en los frentes patriotas y el destino angustioso que la había esperado siempre, la desgracia de caer de nuevo en los brazos de su despreciado marido, el doctor Thorne.
Lo primero, la mezcla con el destino que ella ha decidido, el grito de libertad y justicia para América, la perspectiva de accionar su enfrentamiento despiadado hacia ese horrible imperio que derramaba la sangre culpable para ellos porque pedía y luchaba por su liberación, su amor aunque envuelto en las sombras, ruinas que caían como vigas sobre su alma, era su necesidad para vivir. Pero lo segundo si era un sacrifico primitivo que la estigmatizaba con el dogma infortunado de una sociedad ceremoniosa, religiosa, traidora por esa alienación a que la sometía con ese omnominioso imperio. Ella no estaba dispuesta a tal humillación, ese hombre no lo había escogido su corazón, era demasiado mediocre para ella, regresar a su lado, caer de nuevo victima de sus mediocridades metódicas, aunque fuese por periodos, la trastornaba, era el suplicio que superaba toda la desgracia, era la violencia oculta institucionalizada, sin embargo tenía que hacerlo.
Y lo hizo. Pero hasta ahora nadie vio, ni descubrió la función catártica de ese sacrificio, de ahí que la considere una víctima expiatoria histórica que satisfacía las condiciones mecánicas de aquella sociedad y de la historia de hoy, por la forma como la han tratado. Si, ella lo hizo, pero busco un refugio íntimo, una compañía que en el fondo la entendía y aceptaba con realidad todo cuanto Manuela ejecutaba para su verdad y para bien de su existencia. Manuela tenía mucho corazón y quien estaba a su lado en estos momentos tan difíciles se convertía en su depósito de quejas, de confidencias, y lo hacía con generosidad sin límites.
Esa persona fue su madre, la noble señora de grandes energías, otra gran patriota combativa y a la que ya le quedaban tres o cuatro años de vida, a pesar que hasta ahora arribaba a los cuarenta años de edad. Solo su madre y su eterno amante la comprendieron a plenitud, así lo muestran los pocos documentos y las cartas que encontré.
Manuela la mujer autoritaria, inflexible, llena de fuerza, audaz, valiente, decidida, la que no lloró y nunca le tuvo miedo a nada ni a nadie; en fin, la mujer, a quien excepto estos dos seres entendieron y comprendieron, la que nunca ni siquiera la historia pudo dominar porque su origen se perdió en el dramático misterio de las tierras esclavas, en el fondo de América sin nombre, en las profundidades tenebrosas de aquella violencia criminal.
(Continuará…)

lunes, 12 de enero de 2009

MANUELA LA MUJER XI

Por: Víctor J. Rodríguez Calderón
Bolívar parte hacia el Perú, la despedida es nuevamente una sombra donde habita la incertidumbre del destino de los amantes, un sencillo “hasta luego” se tiende como la única esperanza del futuro, así es la vida de estos dos seres, están a merced de un tiempo que los atrae pero que a la vez los separa por su propio origen, experimentan la necesidad constante de revivir el sacrificio, la tortura de las ausencias es solo un rito, quizás peligroso, pero sus corazones son las herraduras de sus sentimientos.
Antes de viajar deja Bolívar escrita una respuesta a Santander, que le ha recriminado la campaña que está en plena acción para libertar definitivamente al Perú y por supuesto a nuestra América.
“Usted me repite que debemos cuidar de preferencia a nuestra casa, antes que la ajena. Esto no merece respuesta, porque el enemigo no es casa ajena, sino muy propia”.
Manuela se queda en Quito y se entrega por completo a la política. A la partida de Sucre al Perú, se enseñoreo allí una burocracia neogranadina y venezolana, los militares se volvieron conspiradores, agresivos, violentos y ásperos, eran los mismos que Sucre tuvo que someter a la rígida disciplina que exige una causa, como la de la liberación. Estos no parecían soldados de la libertad, sino vulgares conquistadores.
Estalla un motín en la plaza y todas las calles de Quito se alborotan comandado por estos señores. Manuela toma un escuadrón leal a la causa y a la cabeza de este se lanza en ristre contra aquella violencia destructora, la cual en pocas horas logra sofocar. La respuesta de los burócratas vencidos es de profunda venganza, elaboran decretos exagerados con cargas tributarias, mucho más pesadas que las que se mantenían en la colonia, por supuesto la administración que había que mantener se hizo más costosa y crearon un ejército, que para el pueblo pequeño y pobre se elevo como una carga imponderable. En todas estas conspiraciones ya estaba la mano del vicepresidente de Colombia, a lo que Manuela y el pueblo respondieron con repudio, descontento y respuestas a tan grandes desengaños.
De nuevo todos a la calle encabezados por Manuela, era necesario regresar y restablecer el orden preconizado por el libertador y el cual le había encomendado al General Salom. La amazona iba en un potro color jaspeado, montura oficial, armada y gualdrapa de marciales adornos, el historiador Próspero Pereira Gamba hace una descripción histórica que dice: “Parecía la generala del regimiento actuante. El regalo de su amante era perfecto. Por vez primera las calles de Quito vieron lo que tenían que presenciar más tarde otros lugares: el formidable y valeroso impulso de una mujer nacida para la intrepidez, la superioridad, el cumplimiento de un destino excelso. Aquel día salía a la luz el alma heroica de la Quiteña; aparece su autentica personalidad, hasta entonces embozado en alegrías, en exaltaciones, en anhelos, hasta en delirios, como cuando la triunfal apoteosis de San Martin en Lima”.
Manuela se propone elevar su obra, en su temperamento van apareciendo las lealtades y la fortaleza de la verdadera conciencia bolivariana, la cual mantiene por encima de las debilidades que pueden ocasionar los sentimientos del amor. De esta escena en la ciudad de Quito, la sociedad mantuana se escandalizo y prendió fuego a la mojigatería moral, provocando anatemas en un clero corrompido y traidor. Pero no así, en el pueblo rebelde y revolucionario que se lanzo victorioso haciéndole lo más férvidos elogios a ella y a las tropas que había conducido magistralmente dentro de una estrategia segura y militar. No trabajaba por impulso o temperamento, no, estaba convencida y necesitaba que así lo entendieran los contra revolucionarios, ya nada podía detenerla, mucho menos los prejuicios, las costumbres de ese patriarcado y menos los aspectos negativos de un absurdo matrimonio equivocado.
Muchos adoradores de Bolívar la han odiado sin conocerla, habiendo tenido tiempo y espacio para hacerlo, no reconocen y hasta niegan de cómo ella se curtió el pellejo y se templo su corazón. Manuela nació rebelde, fue una mujer que amo la libertad, la justicia y la igualdad, su contacto con Bolívar, la hace hembra, política, revolucionaria, combatiente y verdadera amante, su historia muestra a medida que se va desencadenando toda una transformación de sentimientos, de conciencia que nos remite con creciente insistencia a verificar los procesos naturales, sobre todo la transformación orgánica, mental, la que tiende cada vez más a decretar una Manuela mujer, penetrante, nunca evasiva, materializante que enseña cómo alcanza por ahondamiento, por inmersión, ese núcleo energético de la realidad de una vida en todo el medio de un pozo podrido socialmente.
En ese salto histórico a la arena pública, a la camaradería con el verdadero ejército revolucionario, al contacto con políticos para conocer a fondo sus verdaderas intenciones y el manejo tinoso, astuto, de las relaciones sociales, levantaron la montaña del escándalo que obligo a Manuela a no demorar el viaje a Lima más de cinco semanas a partir de la salida de Bolívar. Ya a principios de octubre estaba en la ciudad de los Virreyes y se dedicaba por completo a cuidar el archivo del libertador.
(Continuara…)

sábado, 10 de enero de 2009

Manuela La Mujer X

Por: Víctor j. Rodríguez Calderón

Bolívar, visita con frecuencia la hacienda el “Garzal”, lugar donde nació definitivamente a plenitud sus amoríos. Desde allí vive recuerdos, atiende y controla su correspondencia con exactitud y consagración. Recibe información que los habitantes de Pasto se han alzado nuevamente en armas el 12 de julio, recordamos que estamos en 1822, esta revuelta es ahora capitaneada por el indio Agualongo y Melchor Cano, caudillos que a la cabeza de ochocientos rebeldes se apoderaron de Pasto y se organizaron para enrumbarse hacia el sur con el propósito de apoderarse de la ciudad de Quito.
La mayoría del ejército libertador estaba en camino hacia el Perú bajo las órdenes del General Sucre. El Coronel Juan José Flores es derrotado por los insurrectos, que proclaman de nuevo al rey de España como legitimo soberano. El indio Agualongo, es un hombre valiente, osado y conocedor del terreno, hace que el General Flores huya hacia Popayán, y se apodera de los pueblos de Ibarra y Otavalo, a los que pone bajo la orden de la bota imperial.
Bolívar, decide acabar para siempre con ese foco subversivo. Y en persona dirige la campaña, la historia reseña que entra con la espada en la mano personalmente a combatir de frente en la batalla, acción que ninguno de los grandes Generales conocidos en la historia hizo nunca a la edad del libertador en ese momento. La estrategia es astuta, dejan que el indio Agualongo se confié y avance terreno adentro; la impresión de debilidad lo convence y esa imprudencia lo conduce a su propio aniquilamiento.
Circunstancias del destino, en esa campaña Bolívar, conoce al Coronel Ignacio Sáenz, quien ha participado en la batalla con gran entusiasmo y pertenece a los patriotas desde hace tiempo, éste le confiesa que gracias a su hermana Manuela, quien lo formo con conciencia para la libertad, la igualdad y la justicia de América, estaba dispuesto a todo por la causa.


El libertador victorioso regresa a Quito donde recibe del congreso Colombiano las autorizaciones y poderes que necesitaba para partir al Perú, pero allí esta su Manuela a quien necesita entregársele, para ello se libera de todas sus ataduras mentales, por momentos se olvida de todo y retorna a la sensibilidad del amor, a ese primitivismo sensible que los hombres llevamos en las entrañas, los despoja para vivir el estado salvaje y envolverse en su llama fecunda.
En un momento que Manuela se ausenta de la habitación, por curiosidad abre un cofre que está encima de la peinadora de su amada, encuentra unas cartas, su rostro se congestiona con muecas de angustia, son cartas del Dr. Torne, en ellas le exige a Manuela que de inmediato regrese a Lima. Se ha enterado ya de los chismes de Quito. De repente siente que se agranda la distancia entre su amor y la realidad, entran a su alma remordimientos, tanto así, que en ese mismo instante entra Manuela y lo encuentra leyendo las cartas, como si nada pasara ella se encarga de regresarlo de esa angustia que se le ha atravesado como un muro de contención.
-Amor no te victimices,- llena de entusiasmo y seguridad le dice-no eres una sustitución que viene a calmarme la sed de mi inmolación, de mi desolación física y anímica; de la angustia de mi espíritu y del sexo. No, nada de eso. No te he hablado gran cosa de mi vida, en realidad tengo tantas otras para que sepas de mí, que los secretos profundos que guardo solo harán mella en tu alma para nunca apartarte de mí. Te amo como una loca, eres mi sentimiento dramático y romántico a mi sensibilidad, no oyes acaso el latir de mi corazón cuando te tengo, el propio viento de nuestros cuerpos no tiene otra función que acumular el sudor de este inmenso amor.
Manuela sorprendía cada vez más a su amante y se hacia una necesidad perenne que debía estar a su lado para no perder un solo instante de su existencia.
Pero esa misma causa que los ha unido, les exige sacrificios y muchas veces los pone en un callejón sin salida, así pasan dos años y Bolívar regresa a los remordimientos, de ahí que como testimonio de esto, encontremos una carta con el resultado de esto. La carta de entonces dirigida a su más grande amor, dice: “Mi buena y bella Manuelita: Cada momento estoy pensando en ti y en la suerte que te ha tocado. Yo veo que nada en el mundo puede unirnos bajo los auspicios de la inocencia y el honor. Lo veo bien y gimo de tan horrible situación, por ti, porque te debes reconciliar con quien no amas, y yo porque debo separarme de quien idolatro. Si, te idolatro hoy más que nunca jamás.
Al arrancarme de tu amor y de tu posesión se me ha multiplicado el sentimiento de todos los encantos de tu alma y de tu corazón sin modelo. Cuando tú eras mía yo te amaba más por tu genio encantador que por tus atractivos deliciosos. Pero ahora ya me parece que una eternidad nos separa, porque por mi propia determinación me veo obligado a decirte que un destino cruel pero justo nos separa de nosotros mismos. Si, de nosotros mismos, puesto que nos arrancamos el alma que nos da existencia, dándonos el placer de vivir. En lo futuro tu estarás sola, aunque al lado de tu marido; yo estaré solo en medio del mundo, sólo la gloria de habernos vencido será nuestro consuelo”.
Manuela se indigna al recibir esta carta y la rechaza, se ve excluida sin misericordia de su amante, estos tontos remordimientos, como los llamaba ella, no hacen otra cosa que alentar de modo alguno la condena a que la mantenía aquella falsa sociedad, estaba sentenciada por la suerte, por sus parientes, por las costumbres de la época a un matrimonio absurdo, por eso ella a la misma vez, sentía que en ellos se había estacionado un sentimiento invencible con mucha fuerza interior que los unía estrecha e indisolublemente. Se amaban, se comprendían, se habían elegido el uno al otro con la más grande libertad, guiado por los sentimientos más nobles y de mayor impulso que pudieran imaginarse: la sed de gloria, la ambición de grandeza, la determinación de entrar en la historia con más atributos que nadie.
De ahí que Manuela no se detiene, su corazón no está dispuesto a perder la obra grandiosa de su amor, la cual ha levantado rompiendo las amarras a que la había sometido sin piedad aquella terrible sociedad. ¿Iba su amor a ser destruido? Por aquel matrimonio impuesto ¿Iba a interponerse un hombre totalmente adverso a su sentido humano, sin ambiciones, sin anhelos grandiosos, con una mediocridad llena de fortuna y totalmente ciego de pasión y de calor? ¡No, eso nunca! Su voluntad no sede, lo rechaza, la fe en su amor, en su hombre no escapara ahora menos que nunca de su vida.
Bolívar y Manuela están poseídos y ya no podrán disgregarse, esparcirse en el espacio egoísta de esa esclavitud, religiosa y social, que no entiende de sentimientos, sino de imposiciones y apariencias. Para testificar la lucha por su amor y contra los “tabúes” primitivos, nada mejor que leer esta carta del libertador.
“A nadie amo, a nadie amare. El altar que tú habitas no será profanado por otro ídolo ni otra imagen, aunque fuera la de dios mismo. Tú me has hecho idolatra de la humanidad hermosa: de ti, Manuela”.
Bolívar
(Continuará…)

jueves, 1 de enero de 2009

MANUELA LA MUJER IX


Por: Víctor J. Rodríguez Calderón

Bolívar regresa a Quito por espacio de ocho días, es un tiempo breve, pero lo aprovecha al máximo, no lo va a olvidar porque su vida va a arder en sus venas, allí se amarran esos dos seres en una fiesta de amor, en una promesa que quiere liberarse para convertirse en un sentimiento eterno, juntos se van por la ruta dejando un viaje que nunca acabara, porque no tendrá final, puesto que de esa pasión aun están las cenizas ardiendo en las paredes de la historia y son como una canción que no precisa fin.

Amor y causa se unen en los amantes, no se puede estancar el momento histórico. Bolívar atiende a los centenares de asuntos graves que le obligan a continuar viaje a Guayaquil. En efecto en el Perú han estallado sucesos de trascendencia, allí han llegado las divisiones Colombianas, es 6 de septiembre de 1822, el llamado “protector”, San Martin, se embarca en el bergantín “Belgrano” abandonando para siempre el Perú, después de haberle dicho al General Guido con su prepotencia que lo adornaba: “Bolívar y yo no cabemos en el Perú”. El congreso constituyente peruano le había aceptado la renuncia al poder. Esto despertó nuevas pugnas políticas, marcando un englobado sentimiento anticolombiano el cual engruda también al ejército.

En la obra histórica “El Ecuador en la independencia de América del historiador Carlos A Vivanco, en la página 33”, encontramos lo siguiente: “no parece sino que las aspiraciones del libertador de lanzarse contra los españoles en el Perú, están camino de fracaso. No dispone de las suficientes autorizaciones legales, ni los peruanos, movidos por rencillas políticas, toman en serio, con la urgencia del caso, la presencia de las tropas realistas que amenazan la reconquista de las posiciones perdidas.

En marzo, sin embargo, el embajador Portocarrero llega a Guayaquil y pide, suplica a Bolívar que acuda en defensa del Perú. El caraqueño ve renacer sus sueños y contesta: “Colombia hará su deber con el Perú. Llevará sus soldados hasta EL POTOSI, y estos bravos volverán a sus hogares con la sola recompensa de haber contribuido a destruir los últimos tiranos del nuevo mundo. Colombia no pretende un grano de terreno del Perú, porque su gloria, su dicha y su seguridad se fijan en conservar la libertad para sí y en dejar independientes a sus hermanos”. Casi enseguida son enviados unos tres mil hombres para corresponder a los solicitados, y en los meses posteriores otros tres mil”.

Bolívar lucha contra el pesimismo histórico y se ocupa en la organización eficiente de la nueva campaña para la causa. Pero, también con él va su compañera de viaje, su amor, que aunque no está presente, ya es una compañera privilegiada, porque él la amasa en sus sueños, ella es su carne, la mujer amada que no tiene en la aventura ese papel figurante, porque ella es la garantía para no hundirse, en tan poco tiempo le ha dado tanto, que la distancia y la separación se hace para ambos una trampa de amor infinito.

Encontramos así la forma de cómo continúan mas unidos y donde muestran al mundo ese papel paradójico que le han asignado a su amor adquiriendo la importancia de una lección libre y humana. Testimonial de todo esto son sus cartas llevadas y traídas con frecuencia, en esas etapas cortas y angustiosas en que las necesidades de la causa obliga a estos dos seres a estar separados, se escribieron tantas, que en 1846 conto el General O’Leary, edecán del libertador a un amigo que le había solicitado autógrafos de personas ilustres de la causa, lo siguiente:

- A propósito de autógrafos amigo mío. ¿No ha oído usted hablar de Doña Manuela Sáenz?

- Por supuesto mi General, conozco el desencadenamiento y promovido sentimiento que ha causado en el corazón de nuestro libertador, no sabe usted el valor que tiene un autógrafo de tan distinguida dama.

- Hace pocos días, - Respondió el General sonriente - me mando una orden para que me entregaran en Bogotá un cofrecito que contiene una cantidad de cartas dirigidas a su amante, todas de su puño y letra. Apenas he tenido tiempo de recorrerlas muy a la ligera y le digo a usted amigo mío, que nunca ha habido amantes más ardientes ni más apasionados.

- Mi General, - le asegura el amigo - Manuela es una de las criaturas más hermosas que han visto estos viejos ojos. Muchos la pretenden, pero de lejos, porque ella misma no los deja acercarse, su resistencia solo la puede vencer un corazón que le de felicidad, seguridad, confianza y que le llene de intensidad todo su ser y ese corazón, no es otro, que el de nuestro libertador.

Otra cosa que podemos observar en esta historia de amor, es que las ausencias se han convertido en una manera más fuerte de amar. Cada despedida es un anhelo de regreso, pero sin desesperación, en ellos es en vano buscar gritos de dolor. Si hay tristezas y profundas, pero una consecuencia de sentimientos los amarra y en esa soledad el viento de la pasión los caza como errantes gaviotas descalzas que buscan la libertad en la altura de un cielo inmenso e infinito.

(Continuará…)

Para mis apreciados lectores:

Estamos en tiempos de cambios, a veces cuando estamos mas cerca de nuestros sueños de libertad y justicia, mas difícil se nos hace alcanzarla, por eso el nuevo año convirtamoslo en la mano que nos guie para lograrlo.

Pido paz para todos, aún en medio de las batallas y los odios mas feroces.