miércoles, 7 de abril de 2010

JOSE GERVASIO ARTIGAS EL LIBERTADOR DE ORIENTE (VI)


Por: Víctor J. Rodríguez Calderón

Artigas, hace su revolución a su manera y su empeño es único: LIBERAR SU TERRUÑO. Cuatro rostros, cuatro símbolos, se encuentran en él, cuando se le investiga a fondo: la ilusión, la fe, la victoria y la angustia. Así como la Libertad expresada en aquel famoso cuadro consagrado por Delacroix en 1830, donde estampa el drama político que termina supuestamente el 28 de Julio de ese año, la libertad prometida por los españoles a los indios y no cumplida, jurada prematuramente por Miranda y conquistada por Bolívar, y que luego se apropiaran los políticos, para que permaneciera en estado agónico en manos de los seudo-caudillos que a partir de aquel momento aparecieron y hoy, aún se encuentre en esas condiciones.

Gervasio Artigas, es uno de los hombres que ha actuado de un modo decisivo, en un momento coyuntural e histórico para América, expresa su propio estilo haciendo una gran revolución, convirtiéndose en uno de los líderes amados por su pueblo, especialmente por los desposeídos y oprimidos, de la hermana república del Uruguay. De ahí que sea necesario que el mundo lo conozca.

Continuamos con la historia de sus combates.

La invasión portuguesa y sus consecuencias

Artículo principal: Invasión Luso-brasileña

En Montevideo, el gobierno de Otorgués fue muy negativo, y la mayor parte de los españoles fueron expulsados. La población de Montevideo pidió el relevo de Otorgués y el cabildo eligió para reemplazarlo a Miguel Barreiro, un abogado partidario de Artigas. Desde entonces la ciudad se mantuvo en paz, y Artigas pudo llevar adelante un gobierno progresista y democrático en el interior de la Provincia Oriental. Hizo profundas reformas sociales y repartió las tierras, las vacas y los bienes muebles de los emigrados entre los pobres.

Algunos de sus hombres hicieron algunas correrías por el sur del Brasil, pero se trató de hechos aislados, además de actos de ocupación en distintos puntos de una frontera en disputa y mal definida. Pero con la excusa de las depredaciones que habrían hecho los artiguistas, los portugueses presentaron quejas ante el gobierno de Montevideo y el de Buenos Aires.

Los españoles emigrados fueron a establecerse en Río de Janeiro. Allí pedirían al rey Juan de Portugal, que residía en esa ciudad, la invasión a la Banda Oriental. Animado a ello también por algunos rioplatenses como Manuel José García y Nicolás Herrera, el rey inició en agosto de 1816 una serie de ataques al norte de la Banda Oriental. La que se desarrolló entonces fue una guerra internacional, una guerra de independencia, por lo que no cabe considerarla guerra civil. Pero sus causas y consecuencias son, al menos en parte, puramente internas y derivadas del conflicto del Directorio con Artigas.

A principios del año 1817 la invasión se generalizó con más de 10.000 soldados bien equipados y armados. El avance portugués se hizo incontenible. A mediados de ese mismo año, el general portugués Lecor hizo su entrada triunfal en Montevideo. Las fuerzas de Artigas siguieron resistiendo, cada vez más debilitadas, pero la popularidad del caudillo hacía que siempre pudiera rehacerse.

La derrota federal en el interior

El gobierno federal cordobés se enfrentaba a la resistencia del Directorio con pocas posibilidades de éxito. No podía contar con ninguna ayuda eficaz de los federales del litoral, tenía relaciones cada vez peores con el gobierno central, enfrentaba una oposición radical en su mismo territorio, y había perdido a La Rioja, que se había sometido al Directorio.

Una última Sublevación autonomista de Borges en Santiago del Estero, vencida en los últimos días de 1816, y por la que el coronel Juan Francisco Borges fue ejecutado, empeoró aún las relaciones de los federales del Interior con el Directorio.

La oposición de los diputados cordobeses al traslado del Congreso de Tucumán a Buenos Aires y las desavenencias entre los federales partidarios de Artigas y los de Díaz desencadenó la represión directorial sobre Córdoba.

Díaz fue reemplazado en el gobierno por el directorial Ambrosio Funes, y tras algunos meses en que los federales intentaron una resistencia desesperada, el nuevo gobernador, Manuel Antonio Castro, nombrado por el Director Supremo, volvió a la provincia a la completa sumisión al gobierno central.

No obstante, las montoneras en el este y sudeste de Córdoba siguieron haciendo apariciones esporádicas. La crueldad con que eran tratados los montoneros capturados no las aquietó: durante más de dos años siguieron atacando esporádicamente las posiciones del ejército directorial, uniendo a sus fuerzas a los desertores de éste.

La guerra en Entre Ríos

Artículo principal: Segunda guerra entre el Directorio y Artigas en Entre Ríos

Las sucesivas derrotas sufridas por el Protector en la resistencia contra la invasión portuguesa determinaron que algunos de los principales caudillos de la provincia – Hereñú, Samaniego, Gervasio Correa- buscaran un acuerdo con Buenos Aires. A fines de 1817, Pueyrredón envió armas al comandante Eusebio Hereñú, de Paraná, lo que Artigas interpretó como una insubordinación del caudillo entrerriano. Pero Herenú fue depuesto, con lo que la influencia del Protector se hizo aún mayor en esta provincia clave. De modo que Hereñú abandonó la ciudad y se puso de acuerdo con los otros caudillos del sur de la provincia, Samaniego, Correa y Carriego.

Durante meses se sucedieron operaciones en el interior de la provincia, sin enfrentamientos serios, hasta que el Director envió en auxilio de éstos una expedición al mando del coronel Luciano Montes de Oca. Ésta desembarcó cerca de Gualeguay e inició el avance hacia el interior de la provincia. Pero fue sorpresivamente atacado y derrotado por Gorgonio Aguiar en Santa Bárbara, el 4 de enero de 1818. Montes de Oca abandonó rápidamente la provincia.

Samaniego y Hereñú lograron tomar la ciudad de Paraná, de donde los expulsó Aguiar el 16 de febrero. De modo que Hereñú y Correa pasaron a Santa Fe, incorporándose al Ejército de Observación porteño.

El 22 de marzo desembarcó el coronel Marcos Balcarce en Paraná con 500 hombres y unido a los cuatro caudillejos directoriales. De inmediato comenzó su avance hacia el interior de la provincia, pero fue atacado el día 25 y completamente derrotado en Saucesito por Francisco Ramírez. Los derrotados abandonaron la provincia.[4]

El 10 de octubre, Hereñú intentó un nuevo ataque a Paraná desde el río, pero fue rechazado por Ricardo López Jordán (padre), medio hermano de Ramírez. A fin de año reapareció Correa, pero fue derrotado en Ñancay por Ramírez, el 5 de enero de 1819.

La provincia quedaba firmemente en manos de Francisco Ramírez; éste no era el gobernador, sino solamente el comandante de Concepción del Uruguay, subordinado de Artigas. En Paraná, mientras tanto, ejercieron la comandancia Vera, nuevamente Rodríguez, y luego Romualdo García.

Conflictos internos en Corrientes

Después de la muerte de Perugorría, parecía que la paz reinaba en Corrientes, sólidamente federal, y el único conflicto a solucionar fue mantener en orden a las fuerzas militares, muy indisciplinadas. El nuevo gobernador, José Silva, armó dos barcos con pequeños cañones y los colocó en defensa de los puertos de Corrientes y Goya y poco después interrumpió el tráfico naval con Buenos Aires, lo que fue respondido con breves ataques navales porteños.

La invasión portuguesa llegó también al territorio correntino, pasando por Misiones. Los correntinos se negaron a defender a los indígenas guaraníes, por lo cual éstos hicieron varias correrías por el interior de Corrientes — recordemos que Misiones llegaba hasta cerca de la actual Paso de los Libres.

La llegada del ex gobernador Méndez en mayo de 1818 inició un enfrentamiento provincial, como había ocurrido en Entre Ríos: los capitanes Francisco Vedoya y Miguel Escobar se pelearon por ser los primeros en derrocar a Méndez. El triunfador fue Escobar, y Méndez fue derrocado; en un principio, Vedoya acordó con él el reparto del poder, pero los hombres de Escobar lo abandonaron y Vedoya lo atacó y derrotó junto al río Corriente.

Escobar se refugió en Curuzú Cuatiá, junto al irlandés Pedro Campbell, y en su ayuda vino el cacique Andrés Guazurary, el ahijado de Artigas. Tras una serie de combates contra Vedoya y sus seguidores, ocupó la ciudad de Corrientes. Durante su ocupación, el cacique guaraní no se comportó con crueldad. Pero humilló a sus clases dirigentes, obligándolas a obedecer y reverenciar a un indio durante diez meses. Cuando se retiró, reapareció Miguel Escobar, que logró ocupar la capital; pero unas semanas más tarde, sus fuerzas fueron masacradas.

Mientras tanto, Campbell se puso al mando de la flotilla federal, con la que hizo una campaña a Santa Fe que terminó en un desastre. Pero logró reunir una segunda flota, con la que atacó el 26 de diciembre al comandante naval porteño Ángel Hubac, frente a Colastiné. Hubac resultó vencedor, pero murió en el ataque. Los hombres de Campbell quedaron a pie, y formarían una parte de la caballería que lucharía en la batalla de Cepeda (1820).

Algunos de los refranes y frases que dijo, en ellas se refleja su grandeza:

"...Es llegado el caso en que la Patria demanda los mayores sacrificios de sus hijos. Los pasados son inútiles si no empeñamos otros contra un extranjero sediento de nuestra dominación..."

(Continuará...)



martes, 6 de abril de 2010

"Se habla mucho de Chávez pero poco de Venezuela"


Entrevista al sociólogo Juan Agulló



Juan Agulló (Madrid, 1971), licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid (1995). Se doctoró en Sociología por la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales, París (EHESS, 2003). Actualmente es Académico a Tiempo Completo de la Universidad Iberoamericana de México. Está preparando un postdoctorado sobre movilización social y cambio político en la Venezuela contemporánea.

Con la periodista Manola Romalo (Frankfurt) habló sobre algunos desafíos y logros del gobierno bolivarianos en los últimos 12 años.

Manola Romalo: Desde su elección en 1998, los medios de comunicación neoliberales suelen calificar al Presidente Hugo Chávez de “dictador” ¿Por qué?

Juan Agulló: Atacar a Chávez, decir que se “informa” sobre lo que ocurre en Venezuela cuando en realidad se desinforma, es una forma de ocultar la realidad. Hasta 1998, Venezuela era uno de los países latinoamericanos sobre los que menos se hablaba en la prensa internacional. Actualmente sigue siendo así: se habla mucho de Chávez, pero poco de Venezuela. Cuando se habla de Chávez “se olvida”, por ejemplo, que en 11 años ha ganado 15 elecciones y ha perdido una. ¿A cuántos dictadores conoce usted que ganen elecciones internacionalmente vigiladas pero, sobre todo, que también las pierdan?

Lo que por otro lado se oculta en la prensa internacional al hablar poco de Venezuela, es que una agenda política y económica heterodoxa, contrapuesta a las recetas monetaristas habituales, no solo es viable sino que –como en el caso de Venezuela- puede transformar positivamente la realidad. Venezuela demuestra que la única alternativa para salir de situaciones económicamente desastrosas, no son planes de ajuste, como el que se le está imponiendo, en la actualidad, a Grecia…

MR: En 1996, en Venezuela, el índice de pobreza era de 70%; en 2009 había disminuido hasta un 23 %, cifras reconocidas por el Banco Mundial. ¿Cuáles son los principales logros?

JA : El principal logro del actual Gobierno venezolano es haber desarticulado una forma de segregación mucho más grave, típica de América Latina: la exclusión.

El caso de Venezuela es peculiar por el petróleo: en los años 70 su PIB llegó a ser similar al de Italia. La pobreza disminuyó. Pero en sólo 20 años, como consecuencia del descenso en los precios del petróleo, de la crisis de la deuda externa y de la aplicación de planes de ajuste estructural , su PIB se emparejó con el de Colombia. La pobreza volvió a dispararse precisamente porque estaba asociada a la exclusión.

De hecho, ése es el auténtico reto: no sólo se trata de luchar contra la pobreza, sino contra la exclusión. ¿Cómo se hace? Pues, en el caso de la Venezuela actual, institucionalizando derechos; llevando las políticas de bienestar hasta zonas a las que antes sólo llegaba la represión; pasando de lo policial a lo político. De gente que no podía acudir a hospitales o a Universidades excluyentes, a módulos sanitarios y misiones educativas en zonas periféricas (a las que los periodistas extranjeros, con la excusa de la “seguridad”, no suelen ir). El Gobierno bolivariano trata de integrar, de incorporar a todo el mundo: el número de estudiantes, en estos años, ha pasado ¡de medio millón a dos millones! Integrar, para el actual Gobierno venezolano es una opción de desarrollo: no se trata de seguir perpetuando un Apartheid sino de que 26 millones de personas piensen, intercambien, consuman, produzcan en un mismo circuito. Fuera de Venezuela poca gente entiende la verdadera filosofía de este proyecto político.

MR: Usted ha investigado en zonas rurales de Venezuela, ¿qué cambió la Revolución bolivariana para los campesinos?

JA: El principal logro del actual Gobierno venezolano en las zonas rurales es tan sencillo que abruma: se ha puesto a producir al campo que, desde el boom petrolero de los años 1960, no estaba produciendo. Prácticamente se importaba todo, ¡a precio de oro!

En la década de los 60 hubo una reforma agraria. Pero corrupción mediante y violando la legalidad, muchas tierras regresaron a sus antiguos propietarios, o a otros nuevos, ligados a la estructura clientelista. ¿Qué hacían los propietarios con esas tierras? Como mucho, dedicarlas a cultivos altamente rentables pero erosivos, como la caña de azúcar. Venezuela tiene uno de los mejores rones del mundo, pero al precio de erosionar tierras muy productivas. Muchos de esos propietarios estaban ligados a mafias importadoras.

Suena increíble pero cuando uno pisa el terreno se da cuenta de que, en ocasiones, poseer tierras era una forma de excluir, de condicionar, de dominar… Cuando dominas el estómago de la gente dominas su cabeza. De hecho es curioso pero, por una parte, La Ley de Tierras de 2001 fue uno de los detonantes del golpe contra Chávez y por la otra, precisamente los Estados más agrícolas, fueron los que más tardaron en apoyar políticamente a Chávez, aunque ahora son los más chavistas.

¿Qué ha ocurrido? Más allá de la reforma agraria, grandes procesos de empoderamiento colectivo. La concentración de tierras en el campo había propiciado grandes flujos migratorios hacia las ciudades. Pero el olvido, todavía, no había sido total: el campo seguía presente en la memoria colectiva, sobre todo de ciudades de provincia en las que vivían muchos de los “nuevos” campesinos (hijos y nietos de viejos agricultores, que en las ciudades se ganaban la vida como taxistas, electricistas, fontaneros, etc.). Ahora, no sólo han tenido que volver a aprender técnicas productivas, por demás orgánicas, sino que están retomando el control de sus propias vidas lejos de un salario, de un patrón, de un horario, de una computadora, etc.

Algo parecido está ocurriendo en las costas con la pesca artesanal. Además, lo mejor es que la reforma no se ha limitado al campo sino que se ha pensado globalmente. En la Venezuela actual, el Estado está haciéndose cargo de la distribución. Hay una cadena estatal de supermercados a precios muy accesibles para la población de productos básicos que, más que eliminar el hambre, lo que está eliminando es la posibilidad de limitar la capacidad de pensar de la gente mediante el control de sus canastas básicas y por ende, de sus estómagos…

MR: El 26 de septiembre se celebrarán elecciones parlamentarias. La misma oposición que promovió un golpe militar entre el 11 y el 13 de abril 2002 llama en sus medios de comunicación, -como en el canal tv Globovisión- a “una solución militar” contra el presidente Chávez. ¿Qué proyecto politico tiene la derecha?

Hay una complejidad ideológica muy grande en la oposición venezolana: gente que viene de la socialdemocracia, de la democracia cristiana, del liberalismo, del conservadurismo e incluso del propio chavismo. La falta de identad política es uno de sus mayores problemas. Además hay otro obstáculo: los proyectos políticos abiertamente neoliberales tienen muy mala fama en el país. Por esa razón, el discurso anti-Chávez, tan fuerte, es lo único que amalgama el universo opositor.

Por otro lado está la cuestión del liderazgo opositor, que en estos 12 años nunca ha sido el mismo. Al principio estuvo formado por la vieja clase política, socialmente "odiadísima". Su fracaso, después de la aprobación de la nueva Constitución (¡por un 71% de los votos!) propició el ascenso del empresariado que había sostenido a la vieja clase política. El empresariado demostró su impericia haciendo gala de un radicalismo muy torpe: promovió el golpe de Estado, el paro petrolero, el sabotaje. No hay que olvidar que el líder golpista, Pedro Carmona Estanga, era presidente de la Fedecamara, la organización patronal. Para los empresarios había que sacar a Chávez del poder como fuera, casi a cualquier precio. Por eso la oposición perdió el favor del pueblo y poco a poco el de sus propias bases. Eso propició la aparición de un tercer liderazgo, que es el actual. Está conformado, sobre todo, por antiguas clases medias: estudiantes, médicos, profesores, comerciantes, etc. Conoce mucho mejor el país y a su gente y por eso, en teoría, es menos radical. Pero tiene un problema: financieramente depende del empresariado y sobre todo del “exilio” de Miami e incluso de agencias extranjeras, con agendas propias, prisas e intereses radicales. Hasta ahora eso ha limitado mucho su independencia y ha lastrado su crecimiento.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.