sábado, 14 de mayo de 2011

Parte XVI La bolivalogía

Por: Víctor J. Rodríguez Calderón

La noticia de la victorias bolivarianas causaron en el Congreso granadino un enorme entusiasmo y sorpresa a la vez, sorpresa porque en él habían influido con fuerza los informes del coronel Castillo, en los que acusaba a Bolívar de incapaz, de despilfarrador, y sobre todo, de querer arriesgar en empresas quiméricas las tropas neogranadinas.

“Ya tiene vuestra excelencia –informaba Bolívar al Presidente del Congreso- terminada la campaña de Cúcuta y libertada una bella porción de la Nueva Granada de los tiranos que la asolaban. Ahora sólo nos resta vencer a los opresores de Venezuela, que yo espero serán bien pronto exterminados, como lo han sido los de Santa Marta y Pamplona, que en pocos días se han visto arrancar el cetro de hierro con que abrumaban estos estados”.

Bolívar ha replanteado un nuevo método de acción que destrona el estilo dogmatico y burocrático de enfrentar los combates de la revolución, le da por encima de todo; la legitimidad de una política y un fortalecimiento a las fuerzas populares y revolucionarias. La lucha por la libertad y la eliminación de la esclavitud de los pueblos de la superficie de la tierra, no constituye por lo tanto, una utopía, ni el fantasmagórico sueño de un mundo de hadas, él lo demostró que es un objetivo perfectamente realizable en los limites de la capacidad de los hombres y las posibilidades científicas del método.

Así lo reconoce y le responde el Congreso neogranadino, nombrándolo ciudadano de la Nueva Granada y Brigadier General del Ejército de la Unión. Bolívar no pierde tiempo, inmediatamente envía un comisionado especial a los legisladores, con la misión de plantearles la necesidad de la campaña de Venezuela y obtener el permiso respectivo para emprenderlo El 7 de Mayo recibe en Cúcuta la autorización, pero no tan ampliada como él la necesitaba, pues sólo le facultaban liberar las provincias fronterizas de Mérida y Trujillo. Desde luego, esto no fue problema, lo importante era iniciar le ejecución de sus planes. En San José de Cúcuta presta el solemne juramento ante el Cabildo; de obediencia al Congreso de la Nueva Granada, cuyas tropas, inclusive la de su acérrimo opositor coronel Castillo quedaban bajo su mando.

Inmediatamente se pone en marcha hacia el pueblo de San Antonio, donde debían reunirse con todos los contingentes militares de la frontera e iniciar la marcha hacia el territorio enemigo.

¿Quien lo diría? Han transcurrido sólo ocho meses que vencido en Puerto Cabello, se canso de suplicarle a Miranda, no su perdón, sino el que se le tuviera en cuenta para ser mandado por el oficial de mas ínfima jerarquía, ese mismo que salió de Caracas con un pasaporte expedido por Monteverde despectivamente, por considerársele como persona no peligrosa para la causa realista. Ahora marcha con combatientes granadinos decidido a disputarle el dominio que mantienen en Venezuela, los españoles, una lucha que presenciará la historia Americana, como lección para la eternidad. Lección que se juzgaba por muchos, incluyendo sus oficiales, con escepticismo, pues consideraban que derrotar a los 6 mil hombres de Monteverde que mantenían el dominio de Venezuela, era un sueño, pues Bolívar no contaba si no con unos 700 hombres al máximo.

Pero nada, nada en absoluto podía detener al revolucionario en esta empresa, él estaba decidido a liquidar ideológicamente la demagogia de la ilusión, sus combatientes serian la vanguardia de su causa y sabía que seria un comienzo muy difícil, mucho mas difícil su continuación y que por supuesto brotarían muchas crisis; a las cuales tendría que enfrentar.

En San Antonio, al momento de iniciar la marcha hace leer su proclama, la cual sería su primera respuesta inmortal para retar a Monteverde.

“Soldados del Ejército de Cartagena y de la Unión.

Vuestras armas libertadoras han venido hasta Venezuela, que ve respirar ya una de sus villas al abrigo de vuestra generosa protección. En menos de dos meses habéis terminado dos campañas y habéis comenzado una tercera, que empieza aquí y debe concluir en el país que me dio la vida. Yo he tenido la honra de combatir a vuestro lado, conozco los sentimientos magnánimos que os animan a favor de vuestros hermanos esclavizados, a quienes pueden únicamente dar salud vida y libertad vuestros temibles brazos y vuestros pechos aguerridos. El solo brillo de vuestras armas invictas hará desaparecer en los campos de Venezuela, las bandas españolas, como se disipan las tinieblas delante de los rayos del sol.

¡La América entera espera su libertad y salvación de vosotros, impertérritos soldados de Cartagena y de la unión! No, su confianza no es vana y Venezuela bien pronto verá clavar vuestros estandartes en las fortalezas de Puerto Cabello y La Guaira.

Corred a colmaros de gloria adquiriendo el sublime renombre de Libertadores de Venezuela”

Como lo hemos señalado, toda política revolucionaria tiene un fin: precisar las tareas y dar motivación y orientación a los combatientes revolucionarios, al pueblo, acerca de la causa. Es decir, que el carácter científico de la política está al servicio de las acciones que llevan a cabo las masas con la causa.

Y aunque digan lo contrario, la verdadera investigación histórica es lo que vale, no la invención epopeyica de inventar virtudes y hechos que no fueron. Grave equivocación fue la del generalísimo Miranda, grande en Europa, pero equivocado en América, al suponer que las guerras de clases pueden concluirse por simples armisticios, como se concluyen las guerras ordinarias. No tuvo en cuenta que, dada la manera como esta contienda había afectado la estructura misma de la sociedad venezolana, la celebración de la paz sólo podía conducir a la continuación de la guerra, adoptando ella formas y modalidades distintas.

No soy biógrafo de ninguno de nuestros luchadores, no llegó hasta tan delicado esfuerzo, soy estudioso, analista de historia y creo una necesidad salir ya de ese sueño de hacer héroes donde no los hubo. Hablo de Bolivalogía, porque Bolívar demostró lo que otros no han visto, su ciencia como ejecutor de una revolución, como su líder, que fue primero al pueblo, aprendió de este y luego regresó para dirigirlo.

(Continuará…)



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