miércoles, 11 de noviembre de 2009

CONCEPTOS, GUERRA Y GENTE

Darío Botero Pérez

Teorías

El requisito fundamental para conocer algo es asignarle un nombre que lo identifique. Esto es, que lo singularice y permita que nuestra sensación sobre su significado pueda relacionarse con una noción particular, diferenciable de las demás.

Ese algo, que intuimos al nombrarlo, puede existir objetivamente o ser una creación de nuestra imaginación.
De hecho, la realidad y la no-realidad son independientes de los conceptos que nos forjamos sobre ellas. Pero nos hacemos la ilusión de que estos conceptos corresponden a los significantes (o “algos”) que pretenden definir o, al menos, circunscribir y diferenciar.

Esto significa que el mundo de los conceptos es diferente a los mundos que conceptualiza. Y que lo conceptualizado no necesita los conceptos para ser lo que es.
No obstante, los conceptos son fundamentales para la apropiación humana de la “realidad”, ya sea material o imaginaria.

En este sentido, toda conceptualización es una creación alrededor de un tema. Su propósito es entenderlo de la forma más clara, completa y auténtica posible, buscando apropiárselo para poder servirse de él.

Las conceptualizaciones equivocadas o deficientes, las que no aciertan al interpretar el significante que las ha motivado, no son efectivas. Esto es, no logran rendir los frutos que, se presupone, estarían en capacidad de dar.

En estos casos, los conceptos son objeto de valoración subjetiva, de modo que cada uno puede someterlos al cedazo de su inteligencia y asignarles un valor, y hasta una utilidad, para sí mismo, guiado por sus intereses particulares.

Por su lado, los conceptos científicos pretenden dar fiel cuenta de los objetos o significantes que los han suscitado, buscando reducir al mínimo la subjetividad. Con ese propósito, la ciencia postula métodos y procedimientos que cualquiera puede apropiarse y aplicar en su periplo vital.
En cambio, los conceptos elaborados con propósitos sociales, generalmente buscan enmascarar la realidad para impedir que sea comprendida e interpretada fácilmente por cualquiera.
Suelen acudir a argumentos oscuros y jergas extrañas, sólo comprensibles por los iniciados, en caso de que tengan algún significado, pues muchos carecen de él; sólo intentan confundir. En este caso, tales conceptos reciben apropiadamente el nombre de mentiras.
Prácticas

Los argumentos del idiota asesino George W. Bush -sostenidos con todo cinismo y contra toda evidencia, persistentemente, para invadir a Irak sin el rechazo de la comunidad internacional, a la que volvió cómplice de sus canalladas- son la más patética expresión de esa retórica mendaz que tenemos la obligación de denunciar, desenmascarar, desacreditar, combatir y derrotar.
No olvidemos que sólo “la verdad nos hará libres”. Pero a ningún potentado
–sea civil, militar o clérigo- le interesa que las mayorías seamos libres o vivamos con dignidad.
Más bien, su propósito es mantenernos confundidos y sometidos, fanatizados, sumidos en la ignorancia, siempre a su servicio, mientras nos matamos mutuamente, como pretenden en Latinoamérica, aprovechando las vilezas del mitómano condecorado por su preceptor Bush Jr., agradecido con su mejor discípulo, Álvaro Uribe Vélez.

Por eso, es lamentable que Hugo Chávez Frías esté cayendo tan fácilmente en la provocación del Imperio, convocando a su pueblo a que se prepare para la guerra, en vez de promover el compromiso con la paz de todos los países latinoamericanos, como lo ha venido haciendo acertadamente Brasil.

Así, el aislamiento del presidente Uribe, tanto como el de Micheletti, impedirán que le hagan el favor al Imperio para apurar la guerra mundial que lo salvaría de su ocaso definitivo, que es inevitable por cualquier otro medio diferente al bélico, pues su ruina económica es total, aunque apenas está empezando a manifestarse. Y su ruina moral cada vez es más obvia, como lo demuestran los frecuentes genocidios internos. Se ha convertido en el modelo a rechazar.

Esperanzas

No tenemos derecho a dejarnos llevar como reses al matadero. Podemos denunciar a los matarifes y quitarles el velo a sus intenciones criminales.
Es otra oportunidad para que los ciudadanos se expresen, ejerciendo la democracia directa con el fin de obligar a los mandatarios que dicen representarlos para que asuman como su deber fundamental la protección de la vida.

Sin embargo, en el caso de la autorización anticonstitucional para que los usanos usen a Colombia como trampolín para amenazar a los países hermanos con súper armas que la Industria Militar de USA (un negocio de los halcones) está ansiosa de utilizar, somos los colombianos los primeros y directos responsables en denunciar y rechazar enfáticamente la tenebrosa maniobra.

El respeto a la no-intervención en los asuntos internos de los países, exige que las acciones efectivas para rechazar el abusivo tratado nos correspondan a nosotros, sin perjuicio de las que las naciones hermanas pueden adelantar ante los organismos internacionales y ante el mismísimo Obama para que no pierda definitivamente la confianza y buena disposición que logró en la Conferencia de las Américas, tanto como para que justifique el otorgamiento del premio Nobel de Paz, que parece tan inmerecido.

No podemos bajar la guardia antes de que en Honduras se restablezca el orden constitucional y en Colombia sea rechazada la invasión militar usana, sin lugar a dudas ni posibilidades para felonías posteriores.

Los halcones lo están obligando a someterse a su estrategia bélica, alejándolo cada vez más de sus promesas sobre la vía pacífica para la solución de los problemas, y del enfrentamiento efectivo a las agresiones al medio ambiente, en particular las que aceleran y agudizan el cambio climático.

Es de celebrar si logra su tímida reforma al sistema de salud, que es el reconocimiento del deber elemental del Estado con los ciudadanos, pero del que los particulares han hecho un excelente negocio, manejándolo con criterios de empresa privada interesada en las ganancias pecuniarias, y no como un servicio público esencial, como debería ser.


Se lucran de una clientela asegurada e indefensa, a costa de las vidas de esas mayorías esquilmadas con altas primas y engañadas con una pésima atención, en medio de restricciones y arbitrariedades afrentosas, toleradas por el Estado neoliberal que ha impuesto la privatización a sus neocolonias, destruyendo, entre muchas más, las empresas públicas de salud.

Pero, para el mundo y la vida, es de mayor importancia que cumpla sus promesas sobre la producción de energías limpias. No obstante, lo realmente necesario es que se atreva a aprovechar la crisis económica para acabar con el consumismo irracional e irresponsable de su pueblo, el más contaminador y el que más ha contribuido al cambio climático.

Es inadmisible que comparta la vil maniobra de los halcones que, a través de sus voceros políticos, los republicanos, quieren hacerle creer al crédulo y simplón pueblo usano que tal acusación es una confabulación calumniosa del mundo contra USA.

Apoyemos al primer Obama, exigiéndole al actual que se sacuda las bridas que le han impuesto los halcones; que cumpla su palabra y -en vez de atizar la guerra en el “patio trasero”, que está en trance de independizarse- adopte la política del buen vecino, evite las provocaciones que significaría ocupar las siete bases militares colombianas y, más bien, trabaje por llevar a la cumbre sobre cambio climático en Copenhague, propuestas eficaces que frenen el daño que la economía neoliberal ha causado, y que los halcones desean que siga causando hasta el fin del mundo, que esperan para dentro de poco.

Están resueltos a someternos al Apocalipsis. Son los cuatro jinetes del desastre, enemigos declarados de la humanidad. De todos depende detenerlos.
Si Obama es su títere, no lo seamos nosotros. No bailemos al ritmo que nos están tocando. Denunciemos y rechacemos sus planes de guerra y exterminio.
Precipitemos su ruina definitiva en vez de propiciar la nuestra.


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