sábado, 4 de octubre de 2008

¿Es verdad que San Martín pensaba igual que Bolívar? (XI)

Por: Víctor J. Rodríguez Calderón

La ideología Bolivariana.

La doctrina Bolivariana estudia ampliamente a los hombres latinos y sus sociedades y a las fuerzas presente en ellos. La causa utilizó para ello cada una de las disciplinas sociales y aunque las ha utilizado en un todo, lo hace magistralmente desde un punto de vista diferente. Antropológicamente observa al hombre desde un punto de vista biológico y cultural; sociológicamente observa a los diferentes grupos humanos en interacción; psicológicamente enfoca al individuo y aquello que lo motiva y lo modula; económicamente en la manera como resuelve la gente el problema de producción para una organización de mercados abiertos; políticamente investiga las tentativas de los pueblos para gobernarse así mismo con entera libertad, igualdad y democracia, es decir, la manera así misma de mantener el orden social y estadísticamente en la creación de un continente inspirado en la teoría de la modernización cuyo principal objetivo de fase no era otro sino la necesidad de sobrevivir ante las amenazas que se le venían encima a estos pueblos en el futuro provenientes de otros imperios por surgir.
Los graves sucesos que vienen estallando en Venezuela, la conducta anárquica de Santander que ya comienza a sentirse como un rey rodeado de sus ministros, siendo únicamente el vicepresidente de Colombia, la poca efervescencia de los acuerdos tomados en el Congreso de Panamá demuestran a Bolívar la necesidad inmediata de un cambio sustancial en materias políticas, con el propósito de evitar oportunamente, las descomposiciones de las naciones que ya él ha unido.
Bolívar inmediatamente recurre a la consulta popular y proyecta un gran plebiscito preguntándole a los pueblos si deseaban la reforma de la organización política vigente y si el código Bolivariano era aceptado para su sustitución; en su mensaje a la junta preparatoria del Congreso peruano le dice: “Nada es tan conforme con las doctrinas populares como consultar a la nación en masa sobre los puntos capitales en que se fundan los estados, las leyes fundamentales y el magistrado supremo. Todos los particulares están sujetos al error o a la seducción; pero no así el pueblo, que posee en grado eminente la conciencia de su bien y la medida de su independencia. De este modo, su juicio es puro, su voluntad fuerte y por consiguiente, nadie puede corromperlo, ni menos intimidarlo. Yo tengo pruebas irrefragables del tino del pueblo en las grandes resoluciones, y por siempre he preferido sus opiniones a la de los sabios. Que se consulte, señores, a los colegios electorales, entonces sabremos que leyes han recibido la sanción de todos”.

En un momento histórico encontramos la verdadera revolución filosófica trascendental que busca afanosamente en revolucionar el pensamiento latinoamericano mismo. Bolívar interpreta el momento y se dedica a cambiarlo en beneficio de todos y el futuro de las naciones, eso niega rotundamente el calificativo de “ambicioso” que muchos le han querido acreditar al líder de la causa, porque si él hubiese carecido de conciencia política, de sentido social y de razón revolucionaria, hubiese aceptado placenteramente con justicia y el tiempo lo hubiere exonerado al aceptar la corona que le ofrecían el general Gamarra y el general Páez. Desde el Cuzco Gamarra le dice al líder: “Los pueblos no quieren teorías impracticables; quieren salir de la pobreza y descansar de la guerra que los ha oprimido. La libertad que consiste en hablar y escribir sin trabas, es insignificante para la presente civilización. En una palabra: La América entera necesita de un gobierno vigoroso y paternal. Reúnase la América bajo la benéfica influencia del sol que nos ha dado la vida, a sus auspicios seremos felices. No hay otra cosa que hacer: o Bolívar o nadie. Esto es para lo que VE. debe contar conmigo y el consejo de gobierno”.

En cuanto a la proposición del general Páez quien le habló del pensamiento y proyecto de una monarquía en Colombia, Bolívar lo rechaza enérgicamente así:

“Al Excmo. Sr. General en Jefe José Antonio Páez

Mí querido General y amigo:

He recibido la muy importante carta de U. Del 1° de Octubre del año pasado, que me mandó por medio del Sr. Guzmán a quien he visto y oído no sin sorpresa pues su misión es extraordinaria.

U. me dice que la situación de Colombia es semejante á la de Francia cuando Napoleón se encontraba en Egipto, y que yo debo decir con él, “los ingratos van a perder la patria, vamos a salvarla”: Á la verdad casi toda la carta de U. Está escrita por el buril de la verdad, mas no basta la verdad sola para que su plan logre su efecto.
U. me ha juzgado, me parece, imparcialmente del estado de las cosas y de los hombres. Ni Colombia es Francia, ni yo Napoleón. En Francia se piensa mucho y se sabe todavía más: la población es homogénea; y además la guerra la ponía en el borde de un precipicio. No había otra República grande que Francia, y la Francia había sido siempre un reino. El Gobierno republicano se había desacreditado y abatido, hasta entrar en un abismo de execración. Los monstruos que dirigían la Francia eran igualmente crueles ó ineptos. Napoleón era grande y único, y además sumamente ambicioso. Aquí no hay nada de esto: yo no soy Napoleón ni quiero serlo: tampoco quiero imitar a César, menos a Iturbide! tales ejemplos me parecen indignos de mi gloria. El título de Libertador es superior a todos lo que ha recibido el orgullo humano: por tanto, es imposible agrandarlo. Por otra parte, nuestra población no es de franceses en nada, nada, nada.

La República ha levantado el país á la gloria y á la prosperidad, dado leyes y libertad. Los magistrados de Colombia no son Robespierres ni Marats. El peligro ha cesado cuando las esperanzas empiezan; por lo mismo nada urge para tal medida. Son Repúblicas las que rodean á Colombia; y Colombia jamás ha sido un Reino.

Un trono espantaría tanto por su altura como por su brillo. La igualdad seria rota y los colombianos verían perdidos todos sus derechos por una nueva aristocracia.

En fin, mi amigo, yo no puedo persuadirme de que el proyecto que me ha comunicado Guzmán sea sensato, y creo también que los que lo han sugerido, son hombres de aquellos que elevaron á Napoleón y á Iturbide para gozar de su prosperidad y abandonarlos en el peligro; ó si la buena fe los ha guiado, crea U. Que son unos aturdidos ó partidarios de opiniones exageradas. Bajo cualquiera forma ó principios que sean, diré á U., con toda franqueza, que este proyecto no conviene ni á U. Ni á mí, ni al país: sin embargo, creo que en el próximo período señalado para la reforma de la Constitución se puede hacer á ello notables instancias en favor de los buenos principios conservadores sin violar una sola de las reglas mas republicanas. Yo enviaré un proyecto de Constitución que he formado para la República Bolivia; en él se encuentran reunidas todas las garantías de permanencia y de libertad, de igualdad y de orden: si U. y sus amigos quisieren aprovechar este proyecto, seria muy conveniente que se escribiese sobre él y se recomendase á la opinión del pueblo. Este es el servicio que podemos hacer á la patria, servicio que será admirado por todos los partidos que no sean exagerados, ó por mejor decir, que quieran la verdadera libertad; por lo demás yo no aconsejo á U. que haga para sí lo que no quiero para mí; mas si el pueblo lo quiere y U. acepta el voto nacional, mi espada y mi autoridad se emplearán con infinito gozo en sostener y defender los derechos de la soberanía popular. Esta protesta es tan sincera como el corazón de su fiel amigo,

BOLÍVAR”

El “ambicioso” proclama reiteradamente el principio de la soberanía popular y rechaza toda forma despótica o tiránica y en especial el despotismo militar. Es cierto que en un momento difícil aceptó en determinadas circunstancias extraordinarias establecerse como dictador, pero fue explícito y claro, esta debía entenderse como la Magistratura Constitucional, temporal y extraordinaria pues su resultado histórico demostró que su proceso fue democrático y no de usurpador apropiándose de la soberanía, el fue nombrado por los representantes del pueblo para la salvación de la patria y les rindió cuentas de su ejercicio trasmitiéndoles en 1826 de nuevo el poder y fue enfático al señalar que la prolongación en el tiempo de tal situación de emergencia constituía un grave peligro de usurpación y de tiranía.

“Señor: El congreso constitucional va a empezar sus tareas, cuando yo he terminado las mías. En circunstancias tan gloriosas para el Perú, los votos nacionales no pueden ser otros que los de restablecer a la República bajo la conducta de Magistrados Legítimos. El Perú no puede vacilar más tiempo sin peligro de sus derechos. El imperio de las cosas ha obrado fuertemente en este país. Por lo tanto, es urgente que él dé las leyes, regla la marcha del Estado hacía un orden estable y digno de una nación independiente. Yo soy colombiano y además soldado: No debo, pues, sino obedecer y sostener las leyes de mi patria, en las filas del ejército libertador”.[1]

En Bolívar, los ritmos de ideas y de condiciones recurrentes en su metodología van conectados a los esfuerzos y a los flaqueos de las voluntades políticas humanas latinas, su racionalidad basada generalmente en la unificación obedece a una exigencia “urgente” necesaria de encontrar estructuras dimensionales que respondan a esos desordenes inhumanos, incubentes de amenazas de barbarie que se viene nuevamente contra estas civilizaciones que a pesar de todas las calamidades sufridas para poder alcanzar “algo” de libertad, se muestran inconscientes de sus deberes a cumplir y de ahí que cuando Bolívar ofrece su constitución a todos los pueblos emancipados por la causa, ya influida poderosamente en estas dos soluciones que habían determinado la inmensa controversia política del mundo occidental: A) El absolutismo monárquico y B) El liberalismo antiestatal. Pero en estas naciones latinoamericanas comenzaba a desarrollarse una inmensa aristocracia, de raigambre española y portuguesa que trabajaba tenazmente para establecer nuevamente en las patrias libres, una monarquía con un príncipe europeo como rey o como emperador, y por supuesto influía enérgicamente sobre las nuevas castas burguesas criollas. Se pretendía la prolongación aquí en Latinoamérica el “despotismo y la tiranía” que en Europa les dio resultados a los Borbones. En todo el medio de esta catástrofe se encontraba la causa Bolivariana con soluciones diferentes, con proyectos sociales y con la fuerza integradora para constituir un bloque de potencia y de poder.
Aludir al pensamiento Bolivariano sobre esta materia no es un simple rito circunstancial, sino de las consecuencias que se tienen que combatir en el momento porque para ello, para lograrlo, hubo la necesidad de muchos años de lucha y de aceptarlo la causa, entonces si era verdad de que esta había “arado en e mar”. Bolívar es partidario de la “Democracia Extrema” es decir, la “República Federal”, tal como existía en los Estados Unidos, con la consideración que en materia de proyectos políticos no sólo hay que tener en cuenta el ideal sino también la “ciencia práctica de los gobiernos”, es decir, lo posible, y seguir las recomendaciones de un objetivo político potencial en el sentido de tener en cuenta las circunstancias históricas y sociales que se ha vivido, que se vive y que se vivirá. Por consiguiente la causa rechaza el utopismo de los “visionarios” constructores de “República aéreas”, como los autores de la constitución venezolana de 1811, no por ser contrario al ideal que, en cuento tal, comparte, sino por considerarlo impracticable por ser inadecuado al carácter, costumbres y luces presentes y conducir a la demagogia y a la anarquía. En este sentido, la causa tiene una visión negativa y ella se da claramente a las características que, como consecuencia de siglos de despotismo, tiranía e ignorancia, es lo que ha desarrollado el pueblo, que no solo carece de “talentos”, de conciencia política y “virtudes”, sino que no conoce su “verdadero interés” y ha sido privado hasta de su propia “tiranía activa y doméstica”.
En consecuencia que descartado el sistema monárquico por la causa Bolivariana debido a su insensibilidad ante la realidad concreta de estas naciones, Bolívar en su concepción estructura una constitución que descansa sobre los pilares limpios y homogenizados que se complementan mutuamente: por una parte, “revoca, desde la esclavitud para abajo, todos los privilegios”, y por la otra, construye un poder ejecutivo capaz de resistir las tormentas previsibles en una sociedad que sustituye un tipo de organización agudamente jerarquizado, como el colonial, por otro fundado en la igualdad política y Social. Como observamos es la revolución que lucha arduamente, no contra la revolución, como lo quieren demostrar los enemigos de la causa, sino contra la alienación que enuncia la suma de principios reaccionarios cuando, con una inquieta agudeza, advierte que “hay que continuar y velar por los orígenes del poder que nos trajo Europa”. Los pensadores de los países libertados no se interesaron en las proposiciones Bolivarianas porque no les “convenía” esas nuevas ideas sobre el estado, además, en gran parte, como ya lo identifiqué claramente, en el fondo lo que deseaban era una reconstrucción de aquella “prehistoria” contra la que se había luchado durante 15 años.
Faltó inteligencia en ese momento decisivo a esa aristocracia “eunuco progresista” que no pudo desarrollarse sino a través de contradicciones, quiero decir, se luchó por lo humano, pero esta no se desarrollaría sino con lo inhumano y la tragedia de sus hombres. Esta sociedad fue clara y precisa su pensamiento no pasó de querer un “trasplante” político, traer al nuevo mundo, en su forma literal, las ideas de Rousseau y Montesquieu, pretendiendo creer que así seriamos libres y felices
Cuando Santander lee los conceptos de la Constitución de la causa se apresura a escribirle a Bolívar, lo siguiente: “Por el extracto que usted me hace de la constitución para Bolivia, vengo a creer lo que usted me dijo antes: que tendría amigos y enemigos; las propuestas de todo empleado público por los colegios electorales es cosa muy popular y que encantará a los republicanos; el poder moral encantará a los filósofos; pero la vitalidad del Presidente y el nombramiento del Vicepresidente sufrirán censuras severas, y quizás también la invención de dividir la administración entre estos dos empleados... Es preciso para juzgar acertadamente ver el discurso, porque en él deben desenvolverse la justicia y la conveniencia de estas medidas. Me reservo para entonces hablar confidencialmente, y desde ahora estoy de acuerdo en que su constitución es liberal y popular, fuerte y vigorosa”. Bogotá Abril 21 de 1826.

Bolívar si tenía todo un análisis científico de lo resultados sociales, porque cuando realizó sus acciones revolucionarias militares en Venezuela, vio claramente como el fenómeno de la ruptura de las relaciones tradicionales de las clases se cumplía en América y no solo por los patriotas, sino por los propios españoles, quienes al verse perdidos en las etapas iniciales de la contienda, levantaron banderas de odio clasista, como lo hizo Boves en nuestros llanos venezolanos y lo estaban realizando ante los ojos del mismo San Martín, los generales españoles entre las indiadas de la sierra peruana. Para nuestro Libertador el problema político de América no residía en temerle y huirle a ese cambio tan necesario socialmente, que ya era un hecho cumplido, sino ponerlo al servicio de la causa libertadora y encauzarlo posteriormente, a través de instituciones democráticas.

(Continuara…)


[1] Mensaje de Simón Bolívar en 1826 ante el Congreso Constituyente del Perú convocado por él, para dar cuenta y testimonio de los asuntos del país

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