Para Bolívar la revolución tenia que ser esencialmente una empresa ética, la cual la basaba en los más puros y nobles ideales, esforzándose en decirlo y hacerlo. Mientras él comandó, mientras tuvo el poder, mantuvo a raya las apetencias de los oportunistas, sentenció a los corruptos y exterminó con carácter revolucionario a los enemigos.
Así llega a Caracas como Libertador. El tiempo se mostraba extremadamente contrario a sus ideales, negros nubarrones presagiaban que 1814 iba a ser un año aciago para la República, efectivamente así fue. Apenas llega, Venezuela entera es un campo de batalla; no hay día en que no se combata, ligeras escaramuzas, combates sangrientos, batallas campales y violencia total. Se lucha a diario y las victorias se alternan con las derrotas. La opinión pública está con los absolutistas en la mayoría de todo el territorio, la república cuenta solo con la minoría que para ese momento ha hecho conciencia política, mas sin embargo, tienen tal combatividad, tal ansia de libertad, tal fervor, que han jurado, por encima de toda la problemática que los adversa, libertar al país contra la manifiesta voluntad que los enfrentaba.
Es entonces cuando la batalla de la Victoria abre paso a nuevos líderes, que vienen a dejar sus lecciones, para retumbar nuestra historia, porque esa batalla simboliza la decisión de aquella joven generación Americana dispuesta a vencer antes que morir. El papel de José Félix Ribas tipifica ese momento dentro de nuestro proceso histórico, que no es solo por su dramatismo, sino por la importancia y su influencia en los acontecimientos de nuestra independencia. El triunfo de esa juventud estudiantil caraqueña, con Ribas al frente, el 12 de Febrero de 1814, enfrentándose al ejército del sanguinario “tata” Boves, sintetizó para siempre toda la pujanza y el valor de la juventud republicana para arrebatarle el triunfo al feroz enemigo. Fue una muestra palpable de lo que es capaz un pueblo cuando en sus entrañas tiene una convicción profunda, una decisión firme e inquebrantable. De allí quedó esta página escrita por el invencible, demostrando el testimonio tentador y sobresaliente de la necesidad de lo que se tiene que hacer para luchar y lograr nuestra emancipación latinoamericana y del Caribe.
Los tres mil soldados de Campo Elías que habían sido arrollados en la fatídica batalla de la Puerta, cerca de los Morros de San Juan, por ocho mil llaneros de Boves, dieron pie al “tata” para lanzar la estrategia del exterminio de Caracas. Es entonces cuando Ribas toma decisión e improvisa su ejército juvenil para enfrentársele al enemigo, logra reunir mil quinientos estudiantes y con ellos forma siete batallones que estaciona en la Victoria. Caracas se encontraba extenuada, derrotada y ya lo que le quedaba era inmolar sus últimos frutos, su juventud.
Al enterarse Boves de esta acción, ordena detenerse en Villa de Cura, subestima a Ribas y a sus niños y espera el momento oportuno. Amanece el 12 de Febrero y se lanza con toda su fiereza sobre los patriotas revolucionarios.
Eduardo Blanco, nuestro gran historiador, en su Venezuela Heroica, nos narra un semento de esta batalla en la página 46, así:
"En medio de aquella escena muda y de anhelante expectativa, resalta Ribas, airado e impotente como el ángel terrible de Ezequías. Resplandece sobre su frente olímpica, como lampo de fuego, aquel terrible gorro frigio que ha de ostentar la cabeza del héroe hasta en la jaula de la picota; brilla en sus ojos la encendida llama de las grandes pasiones; muéstrase esquivo al general recogimiento; y colérico aguarda el peligro que le amenaza, provocando al destino con un gesto de soberbio desprecio y de arrogante superioridad. ¡Ese es Ribas, el cabeza caliente de la Victoria!"
Envueltos en un espeso polvo, los llaneros de Boves se aproximan. Ribas, al verlos, con voz gruesa se dirige a sus muchachos: “ni aun podemos optar entre vencer o morir: necesario es vencer. ¡Viva la república!” y a la impaciencia de aquellos soldados que ven aproximarse aquel oleaje salvaje apenas despertando el día, encienden las mechas y hacen crujir los cañones. La batalla ha comenzado, las bayonetas de los batallones de Montilla, Ribas-Dávila, Soublette, Ayala, Blanco, Jugo, Maza y después Campo Elías, rechazan la furia de aquellas hordas que adoraban al “tata” Boves. Eduardo Blanco deja también escrito “con tales hombres hay razón para acometer imposibles”.
Y fue verdad, como lo es ahora: La pasión por nuestra emancipación forja los sacrificios más increíbles. Es momento de hacer honor a la Victoria, al combate político, a la lucha por nuestros pueblos oprimidos contra los opresores, a los que de verdad levantan el estandarte por la libertad Latinoamericana y del Caribe, al sacrificio de esta joven generación en aras de la soberanía nacional, los combatiente de hoy han recogido toda la médula de aquella noble enseñanza; no en el discurso florido; tampoco en la promesa vana; menos aún en la demagogia pueblerina; no. ¡Sólo en el combate; en la rebeldía abierta contra el enemigo opresor! Esta lección hace a los nuevos revolucionarios, construye realmente los nuevos ideales, hoy desviados, y hace continua la línea de aquello que un día nos propusimos como lo es el árbol de las tres raíces, también hoy olvidado totalmente.
La lucha contra Boves y Morales no daba alternativa, era una lucha sin cuartel. No cabe tregua, ni flaqueza, ni capitulación, ni piedad: ¡Sólo existe la muerte o la victoria.
Por: Víctor J. Rodríguez Calderón
LA SOCIEDAD DE LOS POETAS LIBRES
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