sábado, 8 de marzo de 2008

La mujer secreta de los tiempos



Siempre pensamos en la mujer aquella, en esa, la que nos ha dado el amor más profundo y los hijos mas amados, y también en la otra, la que se ha lanzado sobre nuestros brazos sin ser de nosotros. En esa, en la que nos retuvo con la sed amarga de la adolescencia y nos dio agua de la fuente extraña para soñar las cosas bellas de la vida. Y quien puede olvidar a su madre, la mujer divina de siempre, esa que aún no estando a nuestro lado, es como si estuviera y nos dijera al oído esas frases que como ninguna otra: hijo, ¡no te puedo olvidar! aunque me hayas abandonado. ¡Bendita seas madre mía! ¡Benditas sean las madres de todo el universo!

He querido comenzar rememorando a estas mujeres, porque son las primeras que encontramos en nuestras vidas y son ellas las que hacen nuestras historias, pero la verdad, es que hoy es el día de todas las mujeres del mundo y es necesario no olvidar a las que se han ido, pero las que han dejado sus huellas para hacer lecciones a estas nuevas generaciones.

Que mejor inicio que recordar a las obreras textiles estadounidenses que llegaron al sacrificio de sus vidas aquel histórico 8 de marzo de 1857 por luchar tenazmente para conseguir sus mejoras laborales, hecho que inspiró posteriormente a Clara Zetkin para solicitar en la Convención Internacional de mujeres socialistas en 1910 que la fecha fuese declarada como Día Internacional de la Mujer, lográndolo y estableciendo así un hito pleno de significados y alrededor del cual se intensifico para que el mundo supiese de los derechos verdaderos de la mujer y su disposición de llegar hasta el final para lograrlos.

También es necesario hoy, elevar la significativa e importante lucha de la mujer venezolana, que desde hace tiempo viene dejando muy claros sus derechos, como han sido el derecho al voto y a la participación política. Hoy en este siglo nuevo tenemos que referir los avances en diferentes campos de acción pública, es notable su participación como dirigentes en los poderes que conforman al nuevo estado venezolano, en el campo científico, en las artes, en la economía, en lo empresarial, lo industrial, en fin, en todos aquellos escenarios donde se ha hecho posible por su constancia, que sea incorporada en forma destacada por su capacidad, su lucha y su trabajo.

Por otra parte, es un hecho obligativo que tengamos que recordar de manera permanente la significación de estas acciones y sus personajes, que sirva de ejemplo para las generaciones futuras y para los actores mismos del presente. Pero no podemos dejar en secreto oculto a aquellas luchadoras omitidas por nuestra historia venezolana y latinoamericana, mujeres olvidadas o muy poco nombradas, hacia las segregadas y, sobre todo, hacia los millones de anónimas heroínas de la cotidianidad actual.

Si revisamos, son muy pocas las mujeres que aparecen registradas en las páginas oficiales de la historia latinoamericana. Durante la época colonial e independentista, las concepciones historiográficas y los métodos de compilación de documentos y organización de archivos, centraban su interés sólo en lo sucedido en los espacios públicos, de los cuales generalmente siempre se mantuvo ausente la mujer, siempre confinada a los espacios domésticos.

Por supuesto todo esto se sumaba a la carencia de testimonios acerca de si mismas, pero, principalmente por esa mentalidad que desvalorizaba negativamente, adjudicándole un papel invisible a las luchas, acciones y valores de nuestras mujeres. Esa conceptualización de la mujer era fuertemente sostenida por las religiones que imponían una conducta de sumisión y una vida caracterizada por el “mito” de la moderación, la castidad, la virtud, la caridad, la obediencia, todo ello justificado también por las sociedades, quienes presentaban a la mujer como un ser inferior, de limitadas capacidades para el raciocinio, incapaz para la reflexión y para las tareas que exigían dotes de pensamiento. Solo lo domestico le era aceptado.

De ahí que la mayoría de nuestras grandes mujeres, heroicas por sus acciones permanezcan en el mas oscuro anonimato. Así han quedado aquellas heroínas que durante nuestra gesta independentista cargaron bajo sus hombros la responsabilidad de la administración de haciendas y familias, mientras los hombres se dedicaban a la guerra. Los millares de mujeres que fueron sembrando sus cuerpos en los caminos de la patria naciente, impulsadas en una u otra dirección por el huracán de la guerra.

Como no mencionar en un día como el de hoy, las injusticias cometidas con una valiente mujer latinoamericana de los tiempos que señalamos y que aún en pleno siglo XXI se le cierra el paso en la historia formal y en los saraos institucionales, mas nunca en el corazón de nuestros pueblos. Nos preguntamos: ¿Por qué se han ensañado sobre la figura de Manuelita Sáenz, la amante inmortal de la gran patria latinoamericana? ¿Por qué esa omisión en los testimonios coetáneos sobre sus luchas y sus trabajos en la independencia? principalmente de ciertos historiadores, como Felipe Montenegro y Rafael Maria Baralt; la respuesta es sencilla pero insultante, ellos mantuvieron silencio por temor y justificaron la exclusión de Manuelita de los sucesos épicos directos de nuestra historia y principalmente por que consideraron que no era costumbre destacar los hechos relacionados con la vida privada de esa protagonista. Deliberadamente ocultaron y despreciaron por apreciaciones de los “mitos religiosos y sociales” y la desincorporaron, porque como jueces la sentenciaron desvalorizándola del orden moral pues supuestamente su conducta no se ajustaba a las convenciones del pasado ni a las actuales.

En 1879 se incineró una parte de las memorias del General O’Leary que contenía las cartas de Manuelita a Bolívar, esas cartas no podían arrojarse a la luz pública, allí estaban las intimidades del Libertador y había que hacerlo “por decoro nacional y por patriótica gratitud”. En 1949 se repite un suceso similar quemando el resto de lo que quedaba, pues al igual que los escritores, los hombres de ese momento consideraron que la relación de Bolívar y Manuelita afectaba la memoria impoluta del héroe. Algunos llegaron a expresar que se trataba de una “loca” porque ella había vivido en una época en la que prevalecían conceptos y normas morales que obligaban a la mujer a mantenerse dentro del camino de la virtud, eje doctrinario de la formación católica destinada a las mujeres. La castidad, virtud obligatoria por encima de todas las virtudes, estaba orientada hacia dos caminos exclusivamente: dedicarse al hogar en el matrimonio o a Dios en la vida conventual. Manuelita trasgredió todos estos principios y eso tuvo para estos señores el mayor peso para no reconocerle su enfrentamiento a los grandes tiranos de la época, a la defensa de la causa y a la salvación del héroe de ese tiempo.

No es solo su relación amorosa con Bolívar, lo que muchos utilizan para borrarla de la historia, es la grandeza de su amor por la libertad y la justicia. Por eso, cuando leemos el parte de guerra del Mariscal Antonio José de Sucre, escrito de su puño y letra desde el mismo campo de Ayacucho solicitando para ella el grado de Coronela del ejército libertador, dice: “Doña Manuela Sáenz se ha destacado por su valentía, incorporándose desde el primer momento a la División de Húsares y luego a la de Vencedores, organizando y proporcionando el avituallamiento de las tropas, atendiendo a los soldados heridos, batiéndose a tiro limpio bajo los fuegos enemigos, rescatando a los heridos. Doña Manuela merece un homenaje en particular por su conducta”

generaciones y así poder decir con tando la copa y brindando por todas ellas.
tranquilidad y conciencia, que celebramos un día limpio y sano en nombre de la MUJER, levanPero, no es el nombre de Manuelita Sáenz el único secreto y olvidado por la historia. ¿Quién conoce o ha oído hablar de Juana Ramírez la Avanzadora, la que comandó todo un batallón de mujeres? ¿Conoce alguien la historia de las líderes indígenas Orocamay y Anapuya? ¿O sobre la negra libre Maria Valentina, encarcelada durante 8 años y sometida a trabajos forzados y al escarnio público, o sobre las mujeres negras que participaron en el movimiento de José Leonardo Chirinos?

Todas esas mujeres secretas, olvidadas, segregadas, ignoradas, pero que pertenecen a nuestra historia, como esa otra que se llamó: Doña Luisa Cáceres de Arismendí, mujer emblemática del sacrificio mas grande que pueda ofrecer una mujer por su patria y por la lealtad a la gesta emancipadora de nuestra patria, y Juana Antonia Padrón, Josefa Palacios que se enterró viva, las Tovar y las Montilla, exiliadas en 1814, revolucionarias de pura cepa que se desempeñaron con la convicción y el compromiso requeridos. Necesitaríamos de muchas cuartillas para nombrarlas y decir sus proezas, mujeres brillantes, ejemplos de emancipación, indígenas, negras, blancas, pardas y mulatas y en fin todas, de todos los países, como Rigoberta Menchú, símbolo latinoamericano y nuestra admirada y muy querida Nohelí Pocaterra, mujer representante del pueblo indígena en la Asamblea Nacional.


Hoy en el mundo reinan la violencia y la impunidad, existe un problema de violencia hacia la mujer, atacarlo, eliminarlo, es un compromiso de todas las civilizaciones, hay que derrumbar de todas las mentes y de todas las acciones los sistemas patriarcales que subordinan a la mujer. Destruirlos en todos los ámbitos culturales, pues es la única manera que traería como ventajosa consecuencia una positiva y profunda transformación a las raíces de nuestros pueblos y tendría repercusiones sociopolíticas de incalculable valor para el desarrollo histórico de las nuevas generaciones y así poder decir con tranquilidad y conciencia, que celebramos un día limpio y sano en nombre de la MUJER, levantando la copa y brindando por todas ellas.

Víctor J. Rodríguez Calderón

Fuente:MAGEC 2008

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