lunes, 10 de marzo de 2008

Ni los oligarcas colombianos son judíos, ni América Latina es el Medio Oriente



Israel-Colombia: La historia hace la diferencia

Jorge Gómez Barata (Visiones Alternativas)

En medio de las tensiones motivadas por la incursión de las fuerzas armadas colombianas contra Ecuador para llevar a cabo una ejecución extrajudicial selectiva, se han escuchado comparaciones acerca de ciertas analogías en la actuación colombiana con el comportamiento del Estado de Israel. La alerta es pertinente, entre otras cosas para hacer saber a Uribe que la historia de la naranja exprimida puede repetirse.

Israel, notorio por su agresividad, desacato a la ley internacional e irrespeto hacía la soberanía e integridad territorial de sus vecinos, no es un producto de la generosidad imperial, sino el resultado de una maniobra de los círculos antisemitas europeos que lo crearon para deshacerse de parte de su colonia judía reubicándola en Palestina.

Las condiciones materiales para semejante maniobra se crearon cuando, en el reparto territorial que resultó de la Primera Guerra Mundial, Palestina fue entregada a Gran Bretaña que, concluida la II Guerra Mundial organizó la partición para crear a Israel.

Con su doblez característica, la diplomacia británica aprovechó el clima de repudio a la barbarie nazi y los sentimientos de compasión hacia los judíos existente al finalizar la II Guerra Mundial, para concretar la maniobra que iniciada en 1917 cuando mediante la declaración Balfour ofreció a Palestina para crear lo que llamó un “hogar nacional judío” que con apoyo norteamericano se convirtió en uno de los estados más agresivos del mundo.

La maniobra, aprobada en 1947 de modo virtualmente sumario, mediante una votación dividida (33 contra 13) por una organización de Naciones Unidas integrada por apenas cincuenta estados, creó el insólito precedente al partir el territorio de Palestina para, mediante una arbitraria decisión administrativa, crear dos estados: uno habitado por judíos europeos y otros por la población nativa.

Con la creación del Estado de Israel, Europa colocó un enclave en el Medio Oriente, cosa que ni siquiera con las cruzadas occidente había logrado. Al percatarse de las potencialidades de aquel engendro, como gendarme en una región de la que era preciso desplazar a las potencias europeas y a la vez neutralizar las tendencias izquierdistas que acompañaban al proceso de descolonización, Estados Unidos lo apadrinó convirtiéndolo en el país que más ayuda norteamericana ha recibido y aún recibe.

Durante la Guerra Fría, las sucesivas administraciones norteamericanas, invirtieron recursos multimillonarios en el financiamiento del Estado de Israel, en parte porque respondía a sus intereses geopolíticos estratégicos y por la presión de la poderosa comunidad hebrea norteamericana.

Israel corresponde a la generosidad de Estados Unidos actuando como imprescindible e insustituible cancerbero de la política norteamericana en el Medio Oriente, realizando una sostenida y eficaz labor de gendarme regional, cosa facilitada por el hecho de que los israelitas no son de la región y ni siquiera los “sabras” como llaman a los nacidos en Israel, se identifican con el entorno regional. El Estado sionista no tiene con sus vecinos una historia común, ni le interesan las relaciones económicas, comerciales y políticas y menos aun los intercambios culturales.

El caso del país sudamericano es diferente, entre otras cosas porque el respaldo norteamericano al gobierno colombiano no se basa en una identidad política ni en criterios estratégicos o geopolíticos inmutables como es el caso de Israel, sino que se trata de una “alianza” circunstancial, mantenida sobre la base del sometimiento de Colombia y de intereses norteamericano coyunturales. Tampoco hay en suelo estadounidense una comunidad colombiana con la influencia y cohesión de la grey judía.

No hay entre los países sudamericanos diferencias de potencial económico y militar equiparable a la existente en el Medio Oriente y entre Colombia y los países limítrofes existen vínculos de complementación económica, multitud de negocios mutuamente beneficiosos para los nacionales de todos los estados y entre los pueblos existen sólidos lazos afectivos. Difícilmente los militares colombianos se dejaran utilizar indefinidamente para agredir a países que no sólo son vecinos con los que han convivido pacíficamente durante siglos, sino hermanos.

En el momento mismo en que en la Casa Blanca se instale una administración seria y realista que emprenda una lucha decisiva contra la producción y el tráfico de drogas y sostenga con los países sudamericanos una relación fundada en el derecho internacional, administraciones como la de Uribe, en lugar de aliado se transforman en estorbo.

La oligarquía colombiana debiera repensar su relación con los Estados Unidos y sobre todo, no embarcarse en un proyecto que la lleve a tratar de parecerse a Israel; ellos no son judíos ni América Latina es el Medio Oriente.

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